Y aunque la “nueva” palabra ha ayudado a la simplificación del concepto de Bitcoin, logrando que muchas personas puedan entender algo de éste, realmente representa un gigantesco error conceptual que no debe continuar.
Bitcoin es la primera tecnología que permite intercambiar activos digitales entre cualquier persona de forma rápida, con bajos costos, sin fronteras ni permisos de nadie, solo con una conexión a Internet y una cartera de criptomonedas. Su tecnología nace de la conjunción de otras: pruebas de trabajo con incentivos, criptografía y un servidor de marcas de tiempo, también conocido como cadena de bloques o “block chain” (separado).
Cada una de estas tecnologías cumple una función. Y si alguna de ellas fuera eliminada, Bitcoin o las otras criptomonedas no serían lo que son: redes descentralizadas que permiten la transferencia segura de valor sin posibilidad de censura. La criptografía protege contra transacciones inválidas y la cadena de bloques sirve como un registro de evidencia de las transacciones realizadas. Luego, la prueba de trabajo con incentivos permite descentralizar la red y alcanzar un consenso sobre el estado de su contabilidad, evitando el doble gasto (gastar dos veces el mismo activo), la corrupción y la censura.
Como verás, no tiene sentido llamar “blockchain” a una tecnología como la de Bitcoin, que sí, comprende una cadena de bloques, pero es mucho más que eso. Sería como llamar rueda al automóvil, antena a la radio, pantalla a la televisión o tinta a la imprenta. Todas partes de algo más grande.
Necesitamos, entonces, de un término que nos permita llamar la tecnología de forma genérica, sin usar una “marca” específica como Bitcoin o Ethereum, que contemple su naturaleza y no genere confusión. Hasta ahora, “criptoactivos” parece una palabra acertada porque contempla dos definiciones clave de la tecnología: criptografía, ese lenguaje matemático nativo de estas redes que garantiza la integridad y permite la verificación de la información; y activos, el “conjunto de todos los bienes y derechos con valor monetario que son propiedad de una empresa, institución o individuo”, según lo define la Real Academia Española.
Y es que en general, al ver desde arriba el bosque y observar el resultado de toda la interacción del conjunto de técnicas asociadas, lo que obtenemos con tecnologías como Bitcoin o Ethereum es eso: activos criptográficos, la representación clara e irrevocable de propiedad en forma digital. Una definición que es lo suficientemente específica para ser única y delimitar a este tipo de tecnologías sin menospreciar sus partes, y lo suficientemente amplia para representar casi cualquier cosa, desde documentos e inmuebles hasta identidad y dinero. Porque, en última instancia, todo lo que puede registrarse y es registrado en ese libro contable que forma parte de la tecnología, es una propiedad.
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Autor original: CriptoNoticias